Si la infancia de Machado era un patio de Sevilla,
la mía son naranjos y mañanas de azahar,
veranos de calor, mil momentos de alegría
y ver la vida pasar,
como olas meciendo el mar.
Pobre quien vive su niñez, rodeado solo de espinas
sin caricias ni juegos, sin sueños que soñar;
hasta las rosas más bellas sus pétalos marchitan,
que les parte la cara el mal
porque sólo hay llanto en su hogar.
Juventud divino tesoro proclamaba la cantiña,
tardes sombreadas, el Guadalquivir y su caudal;
sacar el primer beso de los labios de una niña,
que todo es nuevo y real,
que todo sabe a libertad.
Lástima del joven que no echa cuenta a su valía,
sólo piensa en qué dirán
y de sí mismo se olvida,
que en esta loca sociedad,
está de moda ser superficial.
Hablaba García Márquez de vejez y sabiduría,
yo poco puedo comentar
mas mi abuelo siempre decía,
cuando la noche va a llegar
duerme y no pienses en el final.
Ay! de aquel anciano que ve terminar su vida,
rodeado de soledad
y sin disfrutar sus últimos días,
que hasta el hijo que sufrió al criar,
como una carga, deseando su muerte está.
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