Un viejo le dijo a otro que la pobreza no está sólo para entenderla sino también para solucionarla.
Pocos saben que en pleno siglo XXI un escaso 12% de la población es privilegiada de tener agua corriente, algo que para nosotros es tan natural se convierte en un verdadero lujo para la inmensa mayoría del planeta.
Hay personas que sacrifican sus vidas por las de los demás sin pedir nada a cambio, cuesta creer que mientras unos pasamos nuestra existencia quejándonos por recibos, bajadas de sueldo o una avería del aire acondicionado, otros, no pueden disfrutar, conocer o simplemente soñar con las facilidades de la vida moderna. Parece ser que es más cómodo para la sociedad darles la espalda y aprovecharse de sus recursos, en esta época de evolución y comodidades la colonización y explotación masiva de los países subdesarrollados está a la orden del día, me da vergüenza tan solo pensarlo, somos egoístas y pensamos en el bien personal por encima de todas las cosas.
Hoy hace un año que murió Vicente Ferrer, alguien distinto que dedicó su vida entera a ayudar a los demás, él intentó solucionar esa pobreza que todos entendemos. Jamás le dieron el Nobel, porque era políticamente incorrecto, tampoco lo quería, se reía de los premios que llenan pensamientos pero vacían el corazón. A Saramago sí se lo dieron pero no sin presiones y críticas abiertas, ambos humanos humanistas de muy distinta ideología pero igual convicción, sudaron sangre y lágrimas para hacernos entender que el mundo tiene un límite y en la igualdad está la base del verdadero progreso. Hoy estoy triste por ambos, hay gente que debería ser eterna e inmortal.
El otro viejo le contestó, pienso que todos estamos ciegos, somos ciegos que pueden ver, pero que no miran. Ambos tenían razón.