Cuando me miro al espejo me rio, el otro día leí en algún sitio una frase de David Trueba que me encantó, no recuerdo exactamente dónde fue pero bueno, conociendo mi continuo desorden de memoria supongo que me podría inventar mil y un lugares o situaciones distintas y no dar con la clave, es lo que tiene tener muy poca vergüenza. El caso es que me la apunté y hoy, revisando la revista Esquire (muy recomendable, Tom Ford se sale este mes) me la he encontrado pegada en un post-it, es muy buena, atentos/as:
"A veces pienso que el cerebro tiene envidia del corazón. Y lo maltrata y lo ridiculiza y le niega lo que anhela y lo trata como si fuera un pie o un hígado. Y en ese enfrentamiento, en esa batalla, siempre pierde el dueño de ambos." Da mucho que pensar, se podrían rellenar páginas enteras filosofando sobre vivencias y parrafadas soporíferas sobre experiencias sociales, pero es mucho más divertido individualizarla y, como no tengo a mano a nadie mejor, hoy me toca a mí porque me apetece.
Yo creo que mi cerebro no le tiene nada de envidia a mi corazón de hecho creo que se aman, seguramente por mi egocentrismo arraigado, no soy nada del otro mundo pero me gusta llamar la atención, por eso mismo tengo un blog. En una cosa sí coincido, la lucha entre ambos debe de ser una gran guerra, pero de palabras, porque en cuanto a ser pesado nadie me gana y, por qué no, rodeada de alguna copa que otra, y es que la embriaguez me ayuda a socializarme, no es que sea un borracho pero gusto de protagonizar tertulias con un incentivo alcohólico en sangre, simplemente para no tomarme nada en serio o para tener una réplica cuyo sentido dependa de la cantidad ingerida, por lo tanto tratarte como a mi hígado debe ser alta traición en el mundo anatómico.
En cuanto a mis pies no es que no me gusten, los odio, los pondría en adopción si pudiera, tengo el dedo gordo más corto que los demás, al parecer eso es señal de emperadores, pero yo lo veo más como una mala pasada de los genes. Soy bajito y tiendo a la gordura si no me controlo, tengo ojeras de capo de la mafia y mis manos son pequeñas y rechonchas, con lo que me gustan a mi los pianos... Perezoso y soñador, admirador de mitos acabados y con cierto toque de saberlo todo y tener siempre razón que debe de ser desesperante. Suelo poner de los nervios, sobre todo al género femenino, no puedo evitarlo, mi barba crece a ratos, no me llega el bigote a la perilla y, en cambio, mi pelo solo crece para arriba.
Tengo un ojo que va solo como si de un vals satánico se tratara y soy un orgulloso, dicen que eso no es malo pero también dicen que Elvis sigue vivo. Estoy siempre nervioso y me ahogo en un vaso de agua, soy un desastre con las fechas y olvido llamar a la gente, hasta a mi madre. Me enfado y desenfado por momentos y seguramente tendré canas con treinta años porque al igual que con los pies la evolución lo ha querido así, soy tan moreno que en el médico me preguntan de qué país vengo y no me gusta el café caliente ni las duchas cortas, soy así de débil.
Ya lo dije soy un egocéntrico, de tanto hablar de mí me doy cuenta de que soy alguien más, con mil problemas y muy pocas virtudes para resolverlos, con muchos vicios y sin capacidad para reaccionar. Puedo ponerme a dieta, dejar de hablar tanto, usar botas o ponerme gafas, tocar el piano, leer a Jean Paul Sartre o intentar beber café caliente, pero mi corazón y mi cerebro seguirán peleándose en mi interior, así que como terminaré perdiendo prefiero mirarme al espejo y sencillamente, reírme de mí mismo.
Yo creo que mi cerebro no le tiene nada de envidia a mi corazón de hecho creo que se aman, seguramente por mi egocentrismo arraigado, no soy nada del otro mundo pero me gusta llamar la atención, por eso mismo tengo un blog. En una cosa sí coincido, la lucha entre ambos debe de ser una gran guerra, pero de palabras, porque en cuanto a ser pesado nadie me gana y, por qué no, rodeada de alguna copa que otra, y es que la embriaguez me ayuda a socializarme, no es que sea un borracho pero gusto de protagonizar tertulias con un incentivo alcohólico en sangre, simplemente para no tomarme nada en serio o para tener una réplica cuyo sentido dependa de la cantidad ingerida, por lo tanto tratarte como a mi hígado debe ser alta traición en el mundo anatómico.
En cuanto a mis pies no es que no me gusten, los odio, los pondría en adopción si pudiera, tengo el dedo gordo más corto que los demás, al parecer eso es señal de emperadores, pero yo lo veo más como una mala pasada de los genes. Soy bajito y tiendo a la gordura si no me controlo, tengo ojeras de capo de la mafia y mis manos son pequeñas y rechonchas, con lo que me gustan a mi los pianos... Perezoso y soñador, admirador de mitos acabados y con cierto toque de saberlo todo y tener siempre razón que debe de ser desesperante. Suelo poner de los nervios, sobre todo al género femenino, no puedo evitarlo, mi barba crece a ratos, no me llega el bigote a la perilla y, en cambio, mi pelo solo crece para arriba.
Tengo un ojo que va solo como si de un vals satánico se tratara y soy un orgulloso, dicen que eso no es malo pero también dicen que Elvis sigue vivo. Estoy siempre nervioso y me ahogo en un vaso de agua, soy un desastre con las fechas y olvido llamar a la gente, hasta a mi madre. Me enfado y desenfado por momentos y seguramente tendré canas con treinta años porque al igual que con los pies la evolución lo ha querido así, soy tan moreno que en el médico me preguntan de qué país vengo y no me gusta el café caliente ni las duchas cortas, soy así de débil.
Ya lo dije soy un egocéntrico, de tanto hablar de mí me doy cuenta de que soy alguien más, con mil problemas y muy pocas virtudes para resolverlos, con muchos vicios y sin capacidad para reaccionar. Puedo ponerme a dieta, dejar de hablar tanto, usar botas o ponerme gafas, tocar el piano, leer a Jean Paul Sartre o intentar beber café caliente, pero mi corazón y mi cerebro seguirán peleándose en mi interior, así que como terminaré perdiendo prefiero mirarme al espejo y sencillamente, reírme de mí mismo.