Desde pequeño siempre que tengo una conversación veo las palabras en mi mente escritas, es una manía que se parece a una especie de sinestesia personal que me hace bastante ilusión, no me gustaría ver mi nombre junto a un síndrome en una revista de medicina, pero sí que he de reconocer que soy una especie de sibarita de las letras. Odio los fallos ortográficos hasta el punto de escribir mis mensajes de texto en el móvil con tildes, aunque me he tenido que acostumbrar a abreviar porque si no mis facturas serían demasiado costosas.
No veo nada malo en ser perfeccionista en este sentido, pero hoy día con la sopa de prisas y nuevas tecnologías que existe es difícil sobrevivir sin tirarse de los pelos viendo ciertas cosas, un ejemplo que siempre digo es que no sé dónde está el parecido entre "a ver" y "haber", tierra trágame... Ayer me pasó una cosa curiosa, tuve que usar mi portátil viejo que, a parte de ir a carbón, tiene parte de sus teclas rotas entre ellas la del ENTER. Como la droga de la escritura llamaba a la puerta con insistencia, tuve que escribir esto:
Mi manera de leer la vida tiene demasiado que ver con las letras, con la escritura. La biografía de una persona se puede escribir en un párrafo, formado por palabras que representan toda su historia: nombres de personas, sensaciones, anécdotas... cada una con un significado distinto, inigualable e incomparable, cada una con una acentuación distinta, inolvidable e inexplicable. Nuestro carácter son símbolos entre letras, las comillas la ironía, las interrogaciones las inseguridades y las exclamaciones la felicidad. Cada etapa estaría separada por los puntos, todos esos cambios que se sufren, todos esos fallos de los que se aprende son organizadores puntos en nuestra existencia. La diferencia entre MAYÚSCULAS y minúsculas simplemente expondría la importancia que ha tenido algo en nuestra memoria, desde una canción de la juventud, pasando por el llanto de un hijo o la risa de un nieto. Y todo deriva en lo más sensible de este párrafo, que son mis admiradas comas, las damas de la escritura son curvas casi poéticas, con la importante labor de legarnos todos esos suspiros que nos dejan sin respiración, que al final es lo que importa. Esta es mi pequeña visión de la vida, en un solo párrafo, y la moraleja es que hay que disfrutarla porque punto y final, no hay nada más que uno.