miércoles, 30 de noviembre de 2011

Taxímetro


Los días cada vez son más grises, a la par que las sensaciones se vuelven más profundas. Mientras baja por el zurcido sendero que lo lleva hasta la playa, intenta recordar desde cuándo acostumbra pasear allí por las mañanas. No es capaz, es una de esas cosas que aunque sabes que no han estado ahí siempre, parece que nunca han dejado de pertenecerte. En el instante en que vislumbra el inicio de la arena, anuda las deportivas entre sí y las porta con dejadez hasta la orilla. Conoce el sitio y aún tendrá que esquivar amenazantes guijarrillos que la suelen tomar con la planta de sus pies, pero no puede traicionar a su instinto salvaje con unas chanclas de goma industriales, sería hasta triste defenderse de un poco de dolor natural armado con comodidades evolutivas.

Hoy hace frío, los meses de calor se consumieron hace mucho y una tierna neblina acuna el horizonte diluyéndose en la orilla, provocando una ceguera orientativa. Esa porción de costa es larga, casi eterna, y la evocación de sentirse en un desierto solitario, casi universo paralelo, es más que latente. Sus poros ya protestan el apresurado cambio de humedad, su olfato saborea el salobre y sus pies transpiran granos de arena como si de sudor se tratara. Siempre se sienta a pocos metros del agua, justo en la frontera donde el marrón pálido se pierde para tornar en oscuro. Antes aprovechaba para encender un cigarrillo en esa posición, con el tiempo pasó a liarlos en un ritual más pausado y ahora, pese a haber logrado destronar ese vicio, sigue manteniendo la pauta de adoptar la misma postura reflexiva, asomado al balcón abismal entre lo cotidiano y lo obsoleto.

"Somos animales de costumbres", piensa mientras observa las imperfecciones de sus manos, "tengo que cortarme las uñas". Entonces adapta los dedos a la comisura de sus labios, como si de un autómata se tratara, y silba con fuerza esperando la reacción de su compañero. Él llegó bastante antes a la playa, las cuatro patas peludas le permiten satisfacer su impaciencia. Correteaba tranquilo por los alrededores, sabedor del aburrido ritual de su dueño, y ahora, tras escuchar la frecuencia del silbido, vuelve con la lengua colgando, con esa cara de felicidad tan característica de la libertad, del desconocimiento de temas banales y problemas existenciales. Lo que nos diferencia de los animales es que ellos no se flagelan en ambigüedades ni paradojas.

Nunca le suele hablar, aprendió que el lenguaje más efectivo son los gestos y las miradas. Intentó probarlo con las personas, en su retraída forma de ver las cosas, pero nunca funcionó. Por eso ama a ese ser, como nunca lo haría con nadie, por el nivel de complicidad que han conseguido ambos. Sabe que ya está mayor, que un día se marchará para siempre, pero no deja de verlo como una anécdota transcendental en su camino. Mientras el perro intenta llamar su atención se hace el interesante, y hasta que no le ladra con las piernas delanteras estiradas nunca mueve ni un músculo. "Esa es la señal, es hora de andar", se dice levantando todo su cuerpo con ayuda de sus brazos, sus manos se llenan de polvo y su mente de emociones.

Deja las llaves de casa dentro de las zapatillas, olvidadas hasta que regrese, "no pasa nadie por aquí a estas horas y en esta época, y si lo hiciese ni se fijaría en las viejas deportivas, aunque hay gente para todo". Le gusta el efecto que le produce el agua en los pies, por eso siempre anda por la orilla y después de una considerable distancia se para y mira hacia atrás, comprobando sus progresos. Entonces recuerda aquellas jornadas de verano, cuando bajaba junto con su familia y sus vecinos, en vacaciones para tostar sus pieles. Cuando era más pequeño solía participar en los juegos de los demás niños, pero con el tiempo se volvió más introvertido, casi tanto como orgulloso, cosas de la pubertad.

Tiene memorizado a aquel señor como si lo tuviera delante, forjó una amistad estival con su padre que se repetía año tras año, llegaron a telefonearse para coincidir en sus fechas. Era grueso, alto y lucía un bigote estalinista de iguales dimensiones, y al verlo en bañador con el torso peludo encumbrando la barriga enrojecida, le evocaba a una morsa en su infantil imaginación. De maneras campechanas, era ese tipo de persona por la que un niño chico se escondería tras las piernas de su madre, mitad atemorizado y mitad avergonzado. Fue el primero que le habló como se le habla a un adulto, a un hombre. De aquel verano de sus 14 primaveras rememora ya pocas cosas, pero aquella conversación jamás se le olvidará.

-¿Qué haces ahí parado? ¿No juegas con los demás?- Le dijo con los brazos en jarra y el mostacho empapado por un reciente baño.
-Prefiero mirar.- Respondió con cierta dejadez poco amistosa.
-Voy a dar un paseo, si te apetece puedes venir. Tu padre dice que está cansado.- Insistió con una sonrisa que enseñaba un piano por dientes.
-Bueno...
-Venga pues vamos, no me gusta andar solo. Llegamos hasta la piedra y volvemos.- Casi le disloca un brazo al agarrarlo para que se levantara. Mientras se alejaban no podía dejar de mirar al suelo aguantando el absurdo monólogo. Poco le importaban las anécdotas de la mili, si el Deportivo debía haber ganado la liga o el nuevo Tour de Induráin...

-¡Chaval que estás en Babia! Te he preguntado qué tienes pensado hacer en el futuro.- Le dijo, arrugando el ceño por el sol de lado que ya apretaba.
-Ah... pues... ganar dinero supongo.
-¡Sajodío! Como si eso fuera fácil... Oye si descubres la manera me lo dices, así saco a mi Chari de la escuela que los niños la llevan loca, y yo me compro un Mercedes por taxi.- Bromeaba mientras abría el mondadientes que había cogido en el desayuno.
-Estudiaré, creo que Derecho... Seré juez, ganaré mucho dinero, tendré una casa grande y un coche caro. Yo no me voy a arrastrar, me da igual la gente, todo el mundo es cruel así que es mejor pasar del tema, no sé si me entiende, ir cada uno a lo suyo, así son las cosas.- Soltó sin casi darse cuenta, como si de rabia contenida se tratara y, conforme iba avanzando en su retahíla, era como si otra persona fuese la que hablaba. Cambió el semblante de su contertulio y bajaron la marcha.

-Date la vuelta, mira el suelo.
-¿Qué?- Preguntó confundido.
-¿Qué ves?
-Mis huellas, supongo.
-¿Sólo?
-¿Qué quiere que vea?
-Fíjate con cuidado, es tu rastro. Algunas, las más distantes, quedan ahí y otras se las lleva el mar... Primero las emborrona, luego las diluye y al final las consume, nunca han existido. Eso es la vida.
-No entiendo.
-Pues que siempre tengas esto en cuenta. Por mucho que quieras hacer algo, por mucho que intentes marcar huella, la vida seguirá ocurriendo aunque te empeñes en lo contrario.
-¿Entonces no es bueno tener aspiraciones? Lo siento pero me parece absurdo.
-Claro que sí, soñar no tiene nada de malo. Pero para eso hay que pisar sabiendo.- Respondió esperando una pregunta.
-¿Sabiendo el qué?
-Que quizás algún día cambien nuestros planes, bien porque decidimos pisar en otro sitio o porque es nuestra vida la que los borra. No podemos hacer nada y, por mucho que aspiremos o por mucho que queramos, nunca hay que olvidar que las cosas más sencillas son las que suelen aguantar las oleadas.
-Ahora sí que no me entero...
-La familia, los amigos, el amor, los miedos, el fracaso... Cuanto menos creemos que pesa algo, siempre es lo que más cuenta. Pero esa es otra historia chaval, con el tiempo lo entenderás. Volvamos que tengo ganas de un trozo de tortilla y unas aceitunas, ¿hay algo más sencillo que eso?- Y esa cuestión quedó en el aire para siempre, le guiñó el ojo, se colocó el palillo y volvieron sin más.

Desde entonces, sólo le quedó en claro que los taxistas son los filósofos del futuro. No sabe si de verdad comprendió a ese hombre o si aún hoy, con el peso de los años, ha llegado siquiera a saborear el verdadero cuerpo de esas palabras. Nunca llegó a ser juez aunque sí ha cumplido alguno de sus sueños, pero con seguridad fue la arrogancia de la adolescencia, la que lo llevó a no vislumbrar ni un ápice de lo dicho, y quizás lo ayudaron sus costumbres a alcanzar la madurez. Deben de ser esos pequeños detalles los que nadie valora por haberlos convertido en monótonos, los que escapan a la percepción de cualquiera. Como los sonidos que sí es capaz de escuchar su perro, un sumiso animal, y en cambio él, poderoso hombre, ni los advierte en su ignorancia. "¿Cuál será la primera vez que vine aquí solo, una mañana?"



sábado, 26 de noviembre de 2011

Reflexiones Falderas. (II)

Segunda entrega de la sección más vendida en chinos y gasolineras, Reflexiones Falderas. Una cerilla es un mínimo palito inofensivo que, mientras se consume, puede quemarte si te descuidas...

¿Debería el señor Botín pedir perdón por la crisis a la sociedad española, como representante del mayor banco nacional? ¿Debería hacerlo en el Comité Federal del PSOE? ¿Debería el PSOE pedirle perdón a él? ¿Es Alfredo Sáenz un mártir del capitalismo? ¿Es el señor Botín el Ciudadano Kane de España?

Los poderes nunca fueron independientes y las ideologías se consumen como las cerillas. Es el sistema que se ha creado entre una sociedad de adormilados y un par de avispados, pero el pueblo mientras tanto se sigue quemando. A reflexionar...

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Reflexiones Falderas. (I)

Durante toda mi vida he escuchado a mi alrededor que debería anotar todas las tonterías que me pasan por la cabeza al cabo del día. Y haciendo caso a mis simpátic@s consejer@s abro nueva sección en este nuestro blog. Como cada vez tiene más afluencia se merece un lavado de cara, y el primer paso es una sección con numericos romanos al final, que eso le da caché a la cosa y queda ni más de bonico. Reflexiones Falderas viene de la evidencia de que un perro, por pequeño que sea, puede hacerte pensar durante un segundo, si debes cruzar la calle cabizbaj@ o enfrentarte a ese miedo infantil que le tienes a los dichosos chuchos. Comenzamos.

¿Por qué hoy las editoriales de casi todos los periódicos defienden la NECESARIA lucha por la libertad, la igualdad y la democracia en Egipto, y cuando esto pasa en España hablan de perroflautas antisistema, si es que llegan a dignarse a comentarlo? Ale, a reflexionar.


Manifestante en El Cairo. (Diario El Mundo)

lunes, 21 de noviembre de 2011

Dedos Manchados.

Hoy era un día raro, uno de esos días en los que es mejor mantenerse ausente, en segundo plano, con la sencilla compañía de la reflexión. Estos días me gusta desayunar fuera, pedir un café largo y cualquier base de harina tostada con aceite y tomate, no soy amante de la sal, siempre he dicho que es más difícil dejarla que el tabaco. Cuando cojo el periódico estos días, me siento como cuando chiquillo iba a la peluquería y mi padre presumía de un niño que ya sabía leer, más de unas cuantas pesetillas me he ganado en mi infancia haciendo uso de mi facilidad para las letras. Siempre cuando terminaba de leer en voz alta lo que me pedían, me limpiaba los dedos llenos de tinta con el pantalón correspondiente, cosa que me costaba más de una regañina de mi madre o de alguna tía mía que andara por las proximidades.
Hoy he mirado la portada una y otra vez para quedarme con la foto en la memoria, como si tuviera una carpeta de archivos en el cerebro, para poder repasar todas esas imágenes cada vez que quisiese. Mi tez no era de circunstancias, ni mucho menos, sólo me he indignado esta vez por la ley electoral, y tampoco es que haya perdido el sueño. Quizás con los años uno va aprendiendo que lo que piense o deje de pensar, poco más que nada va a influir en la situación global, y esto, en cualquier aspecto de la vida.

Lento sorbía el café ardiendo, no tenían hielo, miraba las caras de la parroquia del bareto. Y es que cariacontecida ha amanecido hoy Sevilla, sabiéndose último bastión del socialismo nacional, último escollo resistente de la vieja guardia. Y más la eterna Triana, que seguro se siente como un Obélix moderno, a la vanguardia del puño alzado hispalense.

Mientras en esta enrarecida jornada, tod@s daban soluciones a un país con un horizonte cada vez más gris. Mientras nuestras esperanzas se basan en ponerle una velita a la virgen morena de la Capilla de los Marineros, para que los mercados nos dejen comernos los mantecados con cierta tranquilidad. Mientras todo esto pasaba, quedaba en el olvido algo que no debería, ayer nos dejaba Javier Pradera. Quizás no se merecía una simple reseña en un blog de tres al cuarto como es este rincón perdido del ciberespacio, porque era alguien que nunca permitió verse como un actor de reparto. Alguien que también sufrió en sus carnes la responsabilidad de ser primera fila en su personal batalla y alguien, que supo hacer que los periódicos dejaran de mancharnos los dedos para hacernos reflexionar con lo sucedido. DEP.

martes, 15 de noviembre de 2011

Turreritis.

Antes de empezar este artículo no sé si va a ver la luz cuando esté terminado, pero quizás me sirva para razonar ciertas sensaciones y sentimientos, aunque al final quede en el trastero. Avisaré a l@s que no padecen la gran responsabilidad de contar en sus DNIs con la palabra Turre, que en mi pueblo no todo es de color rosa, aunque los emigrantes nos aferremos en convenceros de ello casi como un mártir a su causa. Nunca he explicado por qué creé este blog, much@s pensarán que viene de aquella camiseta que diseñamos entre tod@s para una feria inolvidable, otros me acusarán de oportunista con aquel logo y reconozco mi conocimiento de causa, pero no tiene nada que ver. El blog "I Love Turre" viene de mi ironía particular, para reírme de la idiosincrasia absurda de mi pueblo, de la hipocresía que nos mece en la cuna desde pequeñ@s, aunque como buena regla también tiene sus excepciones.

Llevo ya varios días viendo comentarios en las redes sociales, en concreto Facebook, que no me agradan. Y hoy algo me ha llamado demasiado la atención, llegando a mi casa he visto un estado del perfil del Ayuntamiento de mi pueblo, no sé ni por qué me meto en estos fregados, pero intentaré no molestar a nadie con lo que aquí voy a decir. En el mismo se explica que se desvincula de otra página llamada Medioambiente Turre y estoy de acuerdo por completo con el comentario, es evidente que ni una ni la otra tienen nada que ver. Pero lo que me ha sorprendido son las reacciones que ha provocado, de las cuales yo no soy nadie para decir nada pues cada un@ es libre de expresar lo que quiera, si con ello es capaz de olvidar ciertos detalles que es mejor no comentar.

Tod@s los que me conocen saben que mis ideales son liberales, pero no por esto censuro los de los demás. Gusto de tener amistades y familiares de todas las ideologías, y disfruto cuando discuto con ell@s sobre distintas maneras de ver las cosas. Estoy orgulloso de haber llegado a un nivel de complicidad con tod@s y juntos hemos entendido que desde el diálogo es como se llega a buen puerto. Por eso puedo presumir de contar entre las personas que más aprecio a gente que para nada piensa igual que yo, incluso votando al mismo partido o vinculadas con partes troncales de otras agrupaciones. Por eso paso horas hablando de la política del pueblo sin buscar nada más que la diversión y el sentirme realizado, conmigo y con mis congéneres. Much@s podrán corroborarlo, incluso la barra de "El Cholo" si esta hablara.

Por eso al ver lo que acabo de ver, me salen ciertas preguntas de dentro que no me puedo aguantar: ¿De verdad vivís en el mismo pueblo? ¿De verdad os cruzáis y os saludáis? ¿De verdad os consideráis turrer@s? No sé, creo que esto es lo que desilusiona a la gente joven para meterse en política, me parece que cuando se pierden ciertas formas se olvida que lo primero son las personas, porque lo único que hacemos es zancadillearnos un@s a otr@s. Quizás llegue un día en que la gente hable para y por el bien del pueblo, y no se tire basura de un tejado al otro recordando lo que hizo un@ u otr@. Quizás ese día podamos decir a boca llena que somos vecin@s. Mientras tanto seguiremos siendo el pueblo del veraneo, el de la feria bonita, la semana santa curiosa, el critiqueo, l@s goleores/as y el que está al lado de Mojácar. Sé que esto entristece a quien siente el pueblo, a quien lo respira, pero es una enfermedad típica turrera, nace en nuestro río seco y muere como El Palmero. Ojalá que algún día, no muy lejano, se encuentre cura a nuestra Turreritis.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Smokin´

Anoche atendíamos en calma al televisor de mi piso tras un largo día de actividades variadas. No había visto las noticias en todo el día y cansado observaba el discurso de los presentadores. Que si el debate del cambio, que si el final de Berlusconi, que si van a formar un nuevo gobierno en Grecia. Pasaban los teletipos sin ser capaces de levantarme una sola ceja, hasta que algo hizo que reaccionara: "Hoy ha fallecido el boxeador Joe Frazier", salí de mi somnolencia y balbuceé: "El primer hombre que tumbó a Ali", mi hermana me miró entre confundida e indignada y me preguntó resoplando: "¿De qué conoces tú siempre a este tipo de gente?"

No le faltaba razón. No escondo que soy amante de los perros verdes, ya he dicho más de una vez que de niño idolatraba a El Coyote y ansiaba el fin del Correcaminos. Me cuesta recordar cuánto mide Michael Jordan pero, de vez en cuando, repaso en mi mente el tiro que fallaron O´neal y Bryant para encumbrar a "ese extraño elemento llamado Horry". Disfruto con los duelos de Reggie "Miller-time" en sus pueblerinos Pacers contra toda la glamurosa Gran Manzana y un tal Spike Lee. La primera discografía que puse a descargar en mi vida, cuando aún era vanguardia aquel entrañable eMule, fue la de El Hombre de Negro. Y siempre he tenido a Scorsese en un pedestal hasta que ganó su Óscar, bueno en realidad de Martin seré siempre, con estatuilla y sin ella.

Ya que estamos en la tesitura del genio canoso de gafas de pasta, con su boxeo a lo Toro Salvaje y su violencia gratuita en el paquete, diré que si se tratase de un club privado y Joe Frazier quisiera ser aceptado, la frase adecuada de quien lo recomendara seria "es uno de los nuestros". Yo los defino como los pacientes, los silenciosos, sin mirar a nadie por encima aguantan todo tipo de embestidas hasta que llega su momento de gloria. O pasan una vida fracasando a un nivel sólo alcanzable para los genios incomprendidos. Tan capaces de demostrar aires de grandeza, como de convertirse en seres inapropiados, eso de la política y lo incorrecto que tanto usan los que se dedican a las labores de informar.

La biografía de Joe no es agradable de oír ni tiene un final feliz. Era el aspirante, lo fue durante casi toda su carrera, aspirante de la larga sombra que iba dejando tras de sí la figura de Muhammad Ali. Y es que estos dos hombres, uno sin saberlo y el otro provocándolo, iban a convertirse en el ying y el yang de la sociedad americana de los 70. Sociedad que estaba necesitada de una revolución liberal, racial y cultural, pues ya había llovido mucho desde aquel aullido de Ginsberg. Los ánimos entre las dos américas, la de Luther King o Malcolm X y la de los dixies y el KKK, eran una bomba atómica más grande que la que se increpaban entre yanquies y soviéticos, pero esa es otra historia.

Nunca me ha gustado el boxeo en demasía, hasta que encontré la vida y obra de Frazier. Hay que remontarse a la Guerra de Vietnam, por aquel entonces el gran campeón Muhammad Alí era odiado de este a oeste de su país. Se negó a formar parte del servicio militar y comenzó una lucha con el gobierno de los Estados Unidos por los derechos y libertades de la raza negra en este país. A The Greatest le quitaron la licencia de boxeador y le paralizaron su forma de vida y Frazier, que venía de ganar una medalla olímpica y que mientras tanto se proclamó en campeón de los pesos pesados, fue quien le ayudó a salir del laberinto en el que se había metido, más como un amigo que como un rival. No dudó en conseguirle medios a Alí para que aguantara el tirón y llegó a entrevistarse con Richard Nixon para remediar la situación. Claro está que lo que ambos querían era poder verse en un cuadrilátero, para demostrar quién era el mejor.

Tras la nueva "legalización" de Alí, la respuesta nunca fue de gratitud, como si nada hubiera pasado se mantuvo en su egocentrismo y sus malas maneras, quizás tenía miedo porque sabía que Joe podía derrotarlo. Y así fue, ambos se enfrentaron tres veces, las dos primeras se repartieron una para cada uno, y fue la tercera la que se considera el combate más grande de todos los tiempos, el Thrilla in Manila, más aún que el de Alí contra Foreman en Zaire.

En esta historia, la intrahistoria es aún más interesante. Reconozco que Cassius Clay ha sido un icono del deporte mundial, pero su comportamiento siempre me ha creado dudas. Es capaz de darle un tinte cinematográfico a la misma vida, con su imponente físico y su lengua de oro. Siendo joven luchaba por lo que creía y supo mezclar política y deporte como el más fino alfarero haría con el barro y la arcilla. Pero con Frazier, quizás guiado por ese miedo del campeón, se comportó como un niño pequeño. Siendo un gran defensor de los derechos de la raza negra, de sus valores y principios, hizo que la opinión pública viera en Joe Frazier a una marioneta del imperialismo americano. Lo llamaba gorila y aseguraba que se dejaba llevar por el hombre blanco, porque dudaba mucho de su inteligencia. Y es preciso decir que mientras Alí venía de una familia acomodada, gracias a la cual nunca tuvo que dedicarse a otra cosa que no fuese el boxeo, Frazier nació en campos de cultivo, trabajó desde niño y seguro que comprendía mejor que nadie aquello de las diferencias raciales. En resumen, Frazier era más negro que ningún otro negro americano.

Antes del Thrilla in Manila, la relación entre ambos ya era demasiado distante. Mientras Alí se dedicaba a relajarse, a gastar dinero en lujo y radicalizar cada vez más sus ideales musulmanes y separatistas, Frazier callaba y aguantaba, esperaba su momento. El combate duró 14 asaltos, ambos púgiles estaban al borde de un colapso o de algo peor y, aunque esperéis lo contrario, Frazier perdió porque su entrenador paró la pelea y Alí ganó por puntos. Justo cuando el árbitro levantaba la mano, Muhammad calló en redondo al suelo. Y es que Joe lo había castigado como nunca nadie lo había hecho. Le había dado una serie de golpes que hoy en día todavía se enseñan en las escuelas de boxeo. Nunca una derrota supo tanto a victoria.

Alí nunca fue el mismo y este fue el fin de su carrera. Frazier buscó de nuevo el título de los pesos pesados poco tiempo después y ganó todavía algunas peleas reseñables, casi ciego de un ojo y con las secuelas clásicas que deja recibir tanto golpe. Se retiró y montó un gimnasio en un gueto de Philadelphia, en la otra Norteamérica que su rival tanto defendía pero que, y es posible, jamás supo ni cómo olía. Ayer murió de un cáncer de hígado, antes ya le había dado tiempo a arruinarse. Es la historia triste de un deportista o quizás no, porque nadie puede negarle a "el chico que sacaba humo de sus puños" que supo esperar el instante, para demostrar que él no era una casualidad o alguien que pasaba por allí. Jamás me tomaría una copa con alguien perfecto, con alguien que sólo tuviera dientes blancos y acertadas palabras, pero con Joe me emborracharía hasta la saciedad. DEP.





Tapas de la Casa: Para quien esté interesad@ os dejo un par de buenos documentales sobre Alí y Foreman y sobre Frazier y Alí. Y sobre todo este circo social, por supuesto.


sábado, 5 de noviembre de 2011

Un turrero en la corte del rey Juan Carlos, y tal.

AVISO PARA NAVEGANTES: Este es el típico artículo por el que mis más allegad@s camaradas me tildan de monstruo, personaje y todos esos sinónimos bufonísticos que tanto me gustan. Las opiniones aquí vertidas son eso mismo y más. Para concluir, no puedo pedir que no estén en desacuerdo conmigo, y viceversa.



Anoche entre cebada fermentada arreglaba el mundo, a base de sandeces y alguna que otra mirada al cielo para verificar esta meteorología más disparatada que "El camarote de los Hermanos Marx". Así que con más potencia que la voz de Harpo, afirmé en mi interior que había llegado la hora de emprender un nuevo reto. Eran las 2 de la madrugada y sereno, aunque yo andaba algo achispado, por lo tanto comprendí, mientras embutía mi cuerpo semicongelado en el polar del IKEA, que debía ir esta mañana a un mitin político pero a uno importante, de esos que llaman Central de Campaña. Es evidente que la aventura ya rondaba mi subconsciente pero fue, como tantas otras veces, mi amada y amarga diosa rubia alemana quien me despejó de dudas, y me dio el empujón que tanto necesitaba.

Por lo tanto esta mañana a las 9 ya estaba desayunando como un campeón y, para mi sorpresa, sin resaca alguna, será cosa de pensar en verde con más constancia y empeño que la madre que ahorra con el Fairy. Me he puesto una camisa de cuadros azul (reside la elegancia en el contraste), mi "barba" de tres días y las gafas de pasta para darme un aire intelectual. He salido a la calle para volverme a por una casaca, y es que hacía un día de chaqueta de pana, sin ganas de ser oportunista. Tras mi acicalamiento burgués he salido a la calle para coger un taxi, me faltaba "La revolución permanente" debajo del brazo para protagonizar una serie televisiva de la transición. ¿Por qué fracasaría José Coronado con "Los 80"? Preguntas que no cambiarán el mundo...

De camino a la estación, le he preguntado al taxista por El Velódromo, que no es el estadio del Olympique de Marsella sino el lugar donde se celebraba el acto. Me ha indicado que eso estaba más o menos donde Cristo perdió la sandalia, y que una vez fue a llevarle las llaves a un conocido para que abriera, que al parecer tenían carrera. Yo hasta ese momento pensaba que me dirigía hacia un pabellón deportivo, así que acto seguido le he consultado si había visitado o estado alguna vez en Turre... Tras su afirmación, he dilucidado que quizás no era muy socialista o que tenía mucha guasa. Supongo que lo segundo, porque llevaba a todo trapo a Ismael Serrano en el equipo de música, o quizás era la radio...

Una vez que he llegado a la parada de Cantaelgallo, muy conocida porque allí pasa el AVE pero no para, demasiados pájaros para un mismo corral (este chiste es malo y mío). Una vez allí, me he dirigido hacia un edificio que pondría cachondo al propio Calatrava. Allí no había rastro de caballos ni albero alguno, no ha sido hasta que no me he acoplado entre el gentío, cuando he mirado al suelo y me he dado cuenta que era para bicicletas, eso lo explicaba todo. Cantaban los Hombres G en directo, de todos los temazos famosísimos que tienen han escogido uno un tanto raro, no se qué de un mamón que sufre... Curioso cómo se vive como un marajá toda una vida, a base de contarle a la gente que tu novia te puso los cuernos. Me sentía como en Woodstock, más por la media de edad que por la calidad musical.

Las banderas se movían en una marea de igualdades, estado de bienestar y plástico barato, unas 30.000 almas coreaban el himno de la agrupación de Pablo Iglesias, bajo gigantes pancartas que lucían el lema "Pelea por lo que quieres" y yo, en ese momento lo hacía por buscar un humilde sitio, entre hombres calvos y señoras armadas con rosas de sus jardines. Aseguro que es más difícil adelantar una posición en un mitin socialista que conquistar Rusia en bermudas, lo he sufrido en mis carnes. Una vez he divisado un lugar acogedor me he acomodado, junto con una pareja setentona muy simpática, que portaba una bandera morada, quizás pensaban que era Azaña el que hablaba esta mañana, poco importaba porque ya empezaba. A Griñán me vas a permitir querido lector el privilegio de saltármelo, soporífero, nunca ha sido muy de mi gusto. Pero en el momento en el que han entrado en escena los barones de este reino, los Rolling Stones de las libertades, la cosa ha cambiado.

Siempre he sido Guerrista hasta la médula, admiro a un señor que dice lo que quiere, cuando quiere y como quiere, es como el tío soltero de las cenas de navidad. Que no hay que hacer campaña con lo de ETA: "Rubalcaba es quien lo hizo posible le pese a quien le pese", que no hay que meterse con los catalanes que allí nos votan: "El PER de Andalucía y Extremadura suma 400 millones y sólo el de Barcelona 7.000 millones", que "yo no necesito pertenecer a ninguna asociación de esas que llaman Elegidos de Dios, que yo soy alguien corriente". Genio y figura, todo un showman.

Y ya Felipe es otro cantar, esa melena vuelve locas a nuestras abuelas, es cierto, tiene carisma y no necesita ponerse traje, cuando uno cumple una edad nadie se fija en lo que lleva puesto. González se parece un poco a Mourinho, siempre habla de lo que él hizo, claro que tiene sus porqués bien claros. Mientras la señora de mi lado no paraba de decir lo guapo que estaba, me he fijado en que nuestro ex-presidente le habla al pueblo como un padre a un hijo: "Os lo dije", "Os avisé", "Habéis visto como iba a pasar"... No te juntes con esa gente que son del PP y me manchan la alfombra. Me quedo con una frase apoteósica: "¿Sabéis por qué Arenas nunca se había presentado en su tierra? Porque aquí lo conocemos..." Palabra de Felipe González, amén.

Y ya sólo me quedaba por ver a "el elegido" que siempre ha sido de mi agrado, es la niña bonita de mis políticos aspañoles. Mientras Rubalcaba arrollaba las teorías peperas con esa labia que la naturaleza le ha dado, cientos de personas también lo hacían saliendo a la calle, no porque no les interesaba sino porque la vejiga a cierta edad aprieta. Quizás le veo un fallo a estas elecciones, debería enviarle una carta al PSOE para que se den cuenta de la estrategia que seguro que les da la victoria, no podemos tener en el siglo XXI un presidente que se llame Mariano o Alfredo, suena a película de Paco Martínez Soria. Creo que deberían hacer como con Patxi en el País Vasco y llamarlo Al Rubalcaba, es más fluido, lo veo muy trending-topic.
Esto es como los conciertos y prometo que repetiré, me ha gustado la experiencia, si hasta hay grupis que arrancan los nombres de las estrellas de sus sillas. Una señora, que tenía pinta de ser importante en el partido por la de pines que llevaba en su jersey de punto, me ha colado hasta el estrado, allí me he sentido un pétalo más de la rosa. Y es que no puedo evitar terminar el artículo hablando en primera persona, es sumergirme en estos lares, con su empaque de público, banderitas y egos enfrentados y ya me siento uno más, no puedo evitar meterme en el papel. Si hasta he pensado en presentarme yo a las siguientes, para reconciliar un poco el 15-M y la Generación Perdida con la democracia, claro que quizás a ciertos barones de este reino y a una tal Chacón no les haga mucha gracia, aunque estoy seguro que con la guerra que doy, Alfonso me apoya. Estoy deseando que llegue el mitin del PP, tengo la camisa de Rafael Lorenzo ya planchada, prometo que ensayaré para la foto.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Para echar a correr...

Soy amante de la radio, siempre lo he sido y cada vez más. Mis primeros recuerdos entre ondas me sitúan cualquier tarde de domingo, jugando en el salón del restaurante de mi vecino a Los Caballeros del Zodiaco. Mientras se recogían las mesas, en el hilo musical sonaba la pastosa voz de Pepe Domingo Castaño, supongo que con alguna cana menos y sin leyes antitabaco de por medio. ¡Qué maravilla Paco, qué maravilla!

Quizás esta manía mía de enfundarme unos auriculares y dejarme llevar por la voz de alguien, a quien me cuesta poner una cara que no sea la que yo imagino, no sea tan rara para el populacho. Pero con los años me da más miedo darle al ON de mi transistor, porque cada vez con más asiduidad me dirijo al dial de RNE, y eso significa que poco a poco me parezco más a mi padre. Él siempre ha gustado de irse a la cama con Radio Gaceta de los Deportes, que suena así como muy romántico, muy a Orson Welles con su viejo micrófono de la CBS, los tirantes sobre una inmaculada camisa blanca y la Guerra de los Mundos, sonando a todo trapo en aquel estudio, que ni el mismo H. G. Wells hubiera imaginado la que iba a liar aquel muchacho de sonrisa descarada.

Quizás me estoy volviendo un apolítico por utilizar nuestra radio pública, o quizás dejé de ser tan extremista y renuncié a ciertas partes de mi ideología para disfrutar de la concesión de otras, aún no lo sé. Pero sí le he sacado el gustillo a eso de coger mi transistor (maldita Blackberry que carece de sistema FM), y poder moverme con más libertad entre diales hacia "derecha e izquierda" de la ruleta del tuning, sin conocimiento de causa alguno ni ganas del mismo. El lunes pasado le tocaba a la COPE, supongo que la episcopal abre sus puertas a cualquier hijo de la tierra, pues es su deber católico. Me acoplé cual Robocop pijamero en mis molones y cálidos FoneStar, para escuchar la primera entrevista a Marta Domínguez, desde la Operación Galgo.

De Marta puedo decir poco, la critiqué tanto o más que cualquiera, supongo que la opinión pública es como un orco en busca de carnaza, y cuanto más huela más pesada será la digestión. Sería hipócrita no disculparse con la mejor deportista española de todos los tiempos, casi tanto como entrevistarla como si nada hubiera pasado, casi tanto como cambiar portadas de periódicos como quien chupa una piruleta. Pero ya los perdones no valen, porque una vez más nos va a demostrar, a base de ovarios, que quizás debería haber nacido en otro sitio para ser considerada la mejor. Porque sé que va a hacer algo grande en Londres, porque lo demuestra con cada palabra que suelta por su boca.

La de Palencia definió muy bien la sociedad actual casi sin querer, en una frase que me parece la más reseñable de toda la entrevista. Cuando el bueno de Alcalá le sugería la creciente importancia del "running" en este país, ella contestaba que cuando la gente sale de trabajar no tiene 9 amigos más para ir a jugar al fútbol-sala o al baloncesto, sólo les queda coger las zapatillas y salir a correr un rato. Yo que con los años me he vuelto más amante de este deporte, me di cuenta que tenía razón, que el sistema nos ha engullido hasta en algo tan terrenal como el propio deporte.

Y es que de la radio se aprende mucho, se entiende que es tan individual como hacer footing un rato, como irse a dormir con ella un lunes lluvioso o como hacer infinitos kilómetros de carretera, hacia un destino deseado. Nos educa en la reflexión y entrena nuestra imaginación. Mientras tanto, pierde audiencias que la cambian por la caja tonta. La misma que nos enchufa cada día a lo más bajo del sentir humano, a la falta de respeto por la cultura o lo colectivo. Esa misma que nos hace cómplices del banquete de la carnaza, de la crítica a quemarropa, la misma que entrevista a madres de asesinos de otras Martas, que no tienen culpa de ser víctimas de la hipocresía de la sociedad que hemos creado, o quizás sí. Habrá que hacerle caso a quien lo ha sufrido en sus propias carnes y menuda razón lleva, es para echar a correr.

 
Paperblog Territorio ñ Licencia de Creative Commons
Blog I love Turre by GAG is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.