viernes, 28 de enero de 2011

Las lagunas de mi memoria.

El leve crepitar de la hoguera en una tarde de Noviembre, entre aquellas tiznadas paredes con los ojos irritados y la sangre en las mejillas, a eso me refiero. A las risas entre adivinanzas mientras encordaban el embutido para el año, ¿qué tendrá el rey en la panza que aún no lo he descubierto? Juegos de cartas y las batallas de mi abuelo con su carro por tierras andaluzas, el cigarro que le encendió a aquel guardia civil con la carga llena de estraperlo. Dicen que solo somos libres cuando no hay nada más que perder y es cierto, cuando solo nos quedan los recuerdos, las sensaciones de conocer el sabor de la memoria, entonces sentimos la verdadera libertad. 

Las conversaciones en la puerta de mi vecina, el pan duro en aquellas bolsas, casi sacos de papel acartonado, y las montañas de grava en los partidos donde me daba por ponerme los guantes de portero y hacerle un par de agujeros más a las rodilleras, mil veces remendadas por los dedos trabajados de mi madre. Los bocados de mi prima, las chucherías por las tardes de catequesis, los veinte duros y el portal de mi abuela, con los vecinos, contándome las cosas de antes y escuchando la historia viva de mi pueblo, tatuándola para siempre entre ceja y ceja.

Veranos de escapadas a la piscina, idas y venidas a un país al que le tengo tanto cariño como odio. El huerto de mi tío y aquella escopeta de balines con la que intentábamos pillar lagartijas, jamás cogí ninguna, pero en el fondo me alegraba ver que eran más rápidas que yo. Y bajar con la bicicleta por aquella cuesta sin tráfico, donde te creías mejor que Indurain, un halcón cayendo en picado hacia un golpe inevitable... Pero éramos de goma, nos levantábamos de nuevo y a buscar otra aventura, otra fechoría, como aquellas tablas que nos encontramos y con las que nos deslizábamos calle abajo, provocando millones de chispas o eso pensábamos, ahora mismo no me tiraría ni cobrando.

Y disfrutar, de la familia, de los amigos y también de los enemigos, por qué no decirlo, de esos que un día fueron una cosa y ahora son otra, de los nuevos y de los que aún no existen pero llegarán, de nosotros mismos y de los que ya no están, pero que siempre serán en el recuerdo. Es fácil de explicar la historia de cada individuo, es como un olor familiar en un sitio extraño, una sorpresa inesperada de la anárquica libertad de su imaginación que, de repente, bebe y se emborracha de las vivencias de toda una vida, y lo transporta a otro mundo pasado pero latente, tan sencillo como eso.


"Solo recuerdo la emoción de las cosas

y se me olvida todo lo demás;

grandes son las lagunas de mi memoria."
                                                                                 
                                                                                       Antonio Machado.
 
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