domingo, 31 de octubre de 2010

Cada Tarde.

Cada tarde despierta de su sueño mediterráneo, costumbre desde la infancia. Se pone delante del espejo y se mira las arrugas concienzudamente, como temiendo que el paso del tiempo afecte a sus pensamientos, al igual que un reloj de arena consumido al que ya no se le puede dar la vuelta. Comprueba que todo va bien, que no es nada más que la vida proponiéndole otro pulso, otra pelea más y ya son muchas, pero no desfallece. Se enfunda en la camisa recién planchada por su mujer y con aire torero, como si aún contara 20 primaveras, se coloca la chaqueta y se aprieta la corbata. "Hay que comprar unas coderas nuevas" le dice María, "Bueno mujer, ya habrá tiempo..." Recoge su maletín, el de siempre, y le da un beso a su novia, la sigue viendo así y es que no puede evitarlo, la roza como la primera vez, no la percibe de otra manera, no la comprende de otro modo.

Y sale a la calle mirando siempre al horizonte, disfrutando del viento en la cara y haciéndole frente, aún no ha perdido la planta, eso piensa preparándose, concentrándose. Anda y anda casi paseando, como jugando a no tener prisa y sólo baja la cabeza cuando pasa por delante del auditorio, es su señal de respeto a tantos momentos vividos, a tantas tardes de gloria dentro de ese bendito templo que se levantaba enfervorizado ante su arte, no hace mucho que no se atrevía ni a pasar por su puerta.

Llega a su esquina junto a la plaza, todo a su alrededor son sombras anónimas que no cruzan miradas, máquinas deshumanizadas piensa. Se acuerda de aquella frase de Quino, de esa cuestión al aire que tanta gracia le hacía cuando no tenía preocupaciones: ¿No será acaso que ésta vida moderna está teniendo más de moderna que de vida? Se ríe de sus ocurrencias mientras afina su vieja guitarra, las demás las tuvo que vender, pero nunca aquella que le regalaron cuando era un simple niño de la posguerra y todos decían que tenía un don, que debía ir a estudiar fuera, cuántas cosas tuvieron que hacer sus difuntos padres para poder sacarlo adelante. "Es una batalla más, nunca he llorado, nunca me he rendido, nunca he pestañeado ante las circunstancias", se dice. 

Y suena la primera nota, aquella de su amigo Joaquín que tanto echa de menos, aquella que lo transporta al mismo cielo, a su cara sin arrugas, a esas 20 primaveras y tantos sueños por delante, anécdotas de la vida ahora se observa postrado ante la mala suerte sin más arma que su experiencia y algunas canas de más. Nadie mira, nadie para, nadie conoce a nadie y esa melancolía lo transporta y lo motiva, improvisa y pelea con sus notas ante las inclemencias de la vida y con la ayuda de sus maltratados dedos a modo de alegóricas saetas siempre vence, siempre. Recoge su pequeño triunfo diario, no es mucho pero le da un poco a un niño que lleva un rato recogiendo chatarra en unos contenedores de al lado, ¿esto era el desarrollo?. 

Ya vuelve a su casa relajado, sin nada más que decirse hasta que observa la tenue luz de su ventana, lleno de rabia piensa que creemos haberlo inventado todo, pero no somos capaces de recordar el amor, nos estamos perdiendo como en un sueño. En su eterna búsqueda de la felicidad jamás dejó de amar, pero ahora todos creen que el amor les pertenece y en ese mismo momento desaparece junto a la felicidad, como en un sueño. Ya solo piensa en María, es la que le saca las fuerzas todavía y no sabría qué hacer sin ella, se da prisa para volver a abrazarla como cuando eran inocentes, las coderas pueden esperar...




jueves, 28 de octubre de 2010

LUCÍA

LUCÍA

Del borde de la luna
desvelando mi memoria,
ha caído un suspiro negro,
suenan llantos de amargura
en la calle del deseo.

No me olvides, susurraste,
malditas sean las despedidas
y qué quieres que te diga,
si por pensar en recordarte
yo te olvido cada día.

Suenan pasos en la piedra,
callejón de los deseos,
blanca luna traicionera
que hoy te trae a mi recuerdo,
me está matando este silencio.

Noche pálida es tu tez
tantas veces te insulté,
ahora mismo te diría,
que el marfil la luna te presta
para que luzcas su belleza
e ilumines cada día
con tu luz nuestra alegría.

Callecita del deseo,
qué más quieres que te diga.






miércoles, 27 de octubre de 2010

Más Que los Leones

Amanece un día más en Madrid, el otoño ya avisa a las bufandas que empiezan a hacer pasarela por las calles de la capital. En la zona de las Cortes junto al Congreso de los Diputados, por Neptuno, todo es un hervidero ya. El olor a porras se mezcla con los pitidos y las prisas de la calle, los bares crean un popurrí de humo y café entre corbatas y cascos de moto. Añejo y castizo, el Bar Miguel (llamémosle así) abre como ha hecho toda la vida, a la misma hora para la misma gente. Fachada de madera verde, con cristales color sepia y puerta de doble hoja presidida por una leyenda: DESDE 1910.

Pero bueno qué hacemos fuera, entremos dentro que a este paso nos vamos a quedar helados. El local es clásico, algunas mesas al fondo llenas de personas y desayunos varios. La barra es oscura, larga y alta, con un apoyabrazos de color dorado raído que le da un toque señorial a la estampa. El suelo es rojizo, da la sensación de ser el mismo que se puso cuando se montó el local, como si las inclemencias de las pisadas, cenizas, serrín y múltiples lejías no le hayan pasado mucha factura. Allí está don Santiago, en la esquina de la barra donde siempre coloca su bastón, con la copa de anís hasta la raya roja por la hipertensión y el ABC junto al AS más que leídos y repasados a su vera, es la típica persona que siempre se sienta en el mismo sitio en los bares y que si te fijas parece que nunca paga. Dentro Miguelín, el dueño tras la jubilación de su tío, un cincuentón bajito con cara redonda y rosada, casi a juego con el piso. Faenado, agobiado y, hoy, claramente acatarrado, siempre con cara de pocas ganas, debe de ser del Atleti o gustarle Sabina.

No pasan ni cinco minutos cuando entra el primer diputado, don Adolfo Rosales de Encinas (llamémoslo así) impecable como siempre, luce un elegante traje gris marengo de raya diplomática, corbata roja y unos zapatos derby. El pelo corto, grisáceo y un bigote a lo Paul Newman en El Color del Dinero, por su pinta debe saber qué tonalidad tiene este. Avanza y se sienta, mientras deja las llaves del BMW encima de la barra y una moneda de 2 euros, se puede entrever un precioso Rolex en su muñeca.

-Buenos días. Don Santiago.- El viejo responde con una mueca en la cara sin mucho entusiasmo.
-¿Lo de siempre don Adolfo?- Pregunta Miguelín.
-Un carajillo, unas porras y El Mundo, por favor.-

La experta habilidad del camarero, le permite tener su pedido listo en menos de dos movimientos del minutero de su lujoso reloj suizo. Mientras remueve el carajillo saca un cigarro de la chaqueta y lo humedece con el líquido, va ojeando la portada del diario El Mundo, enciende el pitillo y a las porras no les presta atención, cuestión de costumbres.

Al poco se vuelve a abrir la puerta y entra la segunda señoría de la mañana, Jose Antonio Hierro (llamémosle así) tiene toda la pinta de un anarquista ruso del siglo XIX, melena desaliñada al gusto de la moda, patillas largas y anchas a lo Franz Beckenbauer en la final contra la Naranja Mecánica de Cruyff. Lleva puesta una chaqueta de pana color marrón oliva que emocionaría al propio Felipe González, una camisa de cuadros, unos pantalones chinos oscuros y mocasines con bordones. Suelta el casco de su Vespa en un taburete y pone 2 euros encima de la barra, con un gesto tosco de la palma de sus manos.

-Hola Miguelín. Buenos días don Santiago.- El viejo hace la misma mueca que con el anterior, parece que la tenga ensayada.
-¿Qué le apetece hoy señor Hierro?- Pregunta Miguelín.
-Un descafeinado de máquina con sacarina, media tostada de integral con aceite y tomate y El País, si puede ser.- A los pocos minutos, tiene su desayuno encima de la barra.
-Hombre Adolfo, que descuidado soy, no te había visto. ¿Qué haces tú por aquí a estas horas? ¿No entras a votar los presupuestos?- pregunta con sorna el "joven".
-Bueno, digamos que desde el 23F no me gusta entrar muy temprano, no vaya a ser que me pille dentro.- Contesta Adolfo, con pocas ganas.
-¿Tantos años llevas aquí? Desde el 23F... Debes ser de la generación del alcalde de Valladolid entonces.-
-No, soy de la de Pepe Blanco, pero sin plumero.-
-¿Qué te han parecido las declaraciones del alcalde?-
-Bueno, son comparables a las de Alfonso Guerra en su momento.-
-Los de la vieja guardia nunca olvidáis.-
-¿Y a usted qué le parece cómo está el país? El 30% de los jubilados viven bajo el umbral de pobreza.-
-Bueno, ya sabes, hay épocas y épocas, unas con más valores y otras con menos.-
-Claro, como los valores de su camarada andaluz.-
-¿Qué camarada?-
-El vicesecretario andaluz, un señor con valores. Ha dimitido porque se han encontrado unos 700.000 € en subvenciones, para la empresa de su mujer. Muy poco inteligente eso de guardar el dinero en la caja de la trastienda.-
-Bueno, quizás debería haberle preguntado a algún colega valenciano suyo dónde guardarlo.-

De repente Miguelin, harto de este absurdo e infantil partido de tenis improvisado y con un dolor de cabeza creciente, debido al resfriado, entra en la conversación:
-¿Y qué opinan ustedes del niño de 14 años que mataron a sangre fría unos soldados marroquíes anteayer en el Sahara?
-Esto... me tengo que ir a votar los presupuestos, buenos días les dé Dios.- Dice Adolfo, saliendo como alma que lleva el diablo.
-Yo también, que llego tarde, a más ver.- Responde Pedro siguiendo la estela de su colega de profesión.
-Tenía usted razón don Santiago, es nombrarle el Sahara a un político y salen volando.-
-Asi llevo toda mi vida sin pagar un anisete Miguelín, anda lléname y te cuento otro truco.-
-Sabe usted más que Cánovas del Castillo, don Santiago.-
-Más que los leones Miguelín, más que los leones...-

sábado, 16 de octubre de 2010

Riña de Gatos

Parece que ultimamente los premios literarios los doy yo, si el otro día era el merecidísimo Nobel a Vargas Llosa, hoy, me he levantado con la alegría de saber que mi admirado Eduardo Mendoza (oculto tras el seudónimo de Ricardo Medina) había ganado el Premio Planeta. Mis mejores amigos sabrán que si hay algún libro que admiro de la literatura española de los últimos años ese es "Sin Noticias de Gurb", ya no sé cuántas veces lo he leído, atípico hasta para su autor, irónico y atrevido a la par que corto y fácil de leer, toda una obra de arte del humor y el sarcasmo nacional, que siempre intento recomendar o regalar. Para mi gusto los premios no se ganan en un momento puntual, es el reconocimiento al esfuerzo el que te lleva a conseguirlos, por eso, felicidades a este gran maestro.




"Es posible que cada vez haya menos lectores, pero eso no importa. En la época de Homero nadie leía y había muy buenos escritores. El número de lectores no tiene importancia, es algo meramente economicista. Hay revistas de medicina importantísimas que sólo leen cien personas y novelas que leen veinte millones de personas que olvidan al día siguiente".

EDUARDO MENDOZA.



jueves, 7 de octubre de 2010

POR FIN

POEMA para LA EXORCISTA

Mi vida parece sin misterio y
monótona
a quienes me ven
de paso a la oficina
en las mañanas apuradas.
La verdad es muy distinta.
Cada noche debo salir a pelear
contra un espíritu malvado
que, valiéndose de
disfraces -perro, grillo,
nube, lluvia, vago,
ladrón- trata de
infiltrarse en la ciudad
para estropear la vida humana
sembrando
la discordia.
A pesar de sus disfraces yo
siempre lo descubro
y lo espanto.
Nunca ha conseguido engañarme
ni vencerme.
Gracias
a mí, en esta ciudad
todavía es posible
la felicidad.
Pero los combates nocturnos me
dejan exhausta y magullada.
En pago de mis
refriegas contra el enemigo,
les pido unas sobras
de afecto y amistad.


Mario Vargas Llosa
Nueva York
noviembre de 2001
 
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