lunes, 10 de octubre de 2011

Pan y toros.

No había visto Pa Negre hasta que la han seleccionado para los Óscars, reconozco mi sensibilidad por lo mediático en temas cinematográficos, adoro a los Cristianos Ronaldos del celuloide. Quizás mi despreocupación mientras sólo era una obra goyesca, se debía a la caspa que rezuman las historias sobre nuestra Guerra Civil, son pan de otras generaciones y vino de las venideras. Pan y toros me atrevería a decir yo, a ritmo de pasodoble. Era la España de posguerra, donde la muerte forzada era tan común como un porrón de agua en verano y, es cierto, Agustí Villaronga consigue ese ambiente rural místico, a modo de mujeres enlutadas y frases lapidarias.

De buen gusto la normalidad bélica, mejor dicho, la monotonía causal de la lucha entre armas, donde vencidos se ponen mirando a Cuenca a favor de los triunfadores. Claro que, el entorno político siempre me parece banal, porque no fue si no esta guerra un simple pretexto para eliminar al vecino del pueblo, al que no te caía bien, no fue más que la razón que tenían los que ya mandaban para mandar aún más. Quizás más culpa de republicanos por entretenerse en ambigüedades, que de sublevados por aprovecharse de la situación.

Genial la capacidad de "catalanizar" al espectador, que se olvida de filosofías baratas del centralismo nacional, para ver una historia más de las miles que se podrían mostrar, sobre una época de nuestra historia que seguirá latente hasta que nuestros nietos vistan canas. Quizás la sencillez, el dogma del menos es más, hacen de esta película un dulce apetecible con un final tajante, digno de llevarse una crítica en un blog que no es de críticas, como es el mío.

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