sábado, 12 de febrero de 2011

Anoche tuve visita...

Yo, que soy de pueblo arraigado en costumbres, siempre peco en verle la cara fantástica a las cosas. Me fijo en  los pequeños detalles y les doy demasiada importancia, pura supervivencia de la simpleza en mi mente o cruda banalidad en pequeñas raciones. Ayer pasé por uno de estos trances, y obtuve respuesta a una pregunta que llevaba haciéndome desde que desperté por la mañana. Para poner en situación, diré que mi madre es muy aficionada a contar que suele tener visitas fantasmagóricas por las noches que la advierten de cualquier cosa que pueda pasar y, como toda madre, las predicciones de su sexto sentido son de una exactitud científica al nivel de la mismísima NASA, muy a tener en cuenta.

El portazo del vecino me sacó de aquel sueño tan interesante y que jamás volveré a recordar. El reloj marcaría las ocho si no estuviera sin pilas, pero el teléfono móvil me sacó de dudas, dos horas antes de lo debido ya estaba con los ojos bien abiertos y los pies dentro de las zapatillas. Siempre he odiado preparar café, es una manía que tengo, es como robarle la red inalámbrica a alguien de tu vecindario, se cae cuando más la necesitas y funciona demasiado bien a horas intempestivas. Tras una feroz batalla con aquella máquina metálica del mal llamada cafetera, decidí rendirme y bajar a desayunar al bar de la esquina.

La camarera no paraba de mirarme con cara extraña, quizás le molestaba mi insistencia en la leche fría en mi dosis de café cortado cual drogadicto mañanero. Al servirme las tostadas se quedó mirándome y me dijo que le sonaba mi cara, que si yo no era el novio de su sobrina. "Pues mire señora, yo soy de Almería." "Será eso." Los andaluces justificamos nuestras respuestas con zonas geográficas, siempre me ha parecido curioso. Tras unas siete miradas sospechosas y unas tostadas deliciosas, salí de aquel lugar con la mente turbada y el estómago lleno. Había sido un desayuno totalmente metafísico, para esa señora yo era otra persona pese a ser yo mismo, o no. Mejor dejarlo estar.

Ya dentro del metro, en los últimos días los vagones entre túneles me han servido para alcanzar niveles creativos inesperados, a la par que absurdos. Me acomodé en uno de los asientos de plástico y, bolígrafo en mano, escribí esta frase en mi bloc: "Quien cree saber más de ti que tú mismo, obvia la dificultad de conocerse realmente como persona" o eso, o padece de doble personalidad pensé en tono burlón.

Pasó el largo y soleado día. Tras rechazar un par de ofertas no menos que suculentas, sobre salir a quemar el viernes y ahogar las penas entre alcohol y faldas, decidí algo más propicio para mi vejez prematura, leer para poder dormir. "El arma de los invisibles" me está enamorando como obra literaria y la recomiendo. Como un angelito quedé sumido en un incorpóreo sueño, tan buena fue mi interpretación que yo, emulando a mi madre, he de reconocer que tuve visita. Noté una mano helada en mi clavícula y quedé petrificado, pensé que eso no podía pasarme a mí que soy más susceptible que Iker Jiménez en un cementerio de mascotas, pero esa mano seguía ahí apoyada. Abrí los ojos con bastante miedo y vi una figura oscura, de pie junto a la cama y con una larga mata de pelo rizado...

Era mi hermana, ella sí eligió salir anoche y cuando llegó, en su realidad aderezada con ron cubano, pensó que yo estaba muerto y que había que tomarme el pulso para comprobarlo. El mareo que traía ni siquiera la llevó a pensar que podía estar felizmente dormido o, al menos, que no respiraba bien por mi posición sobre la cama. No, o vivo o muerto, casi me mata de verdad pero por el susto que me pegó. Esto es lo que pasa por pensar que uno sabe más de otra persona que él mismo, eso o que quizás el otro sea de Almería... ;-)

1 comentario:

JA dijo...

Los andaluces justificamos nuestras respuestas con zonas geográficas... jajajajaj qbueno! vaya susto te llevarías jajaja

 
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